Camino a la Beatificación

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08 junio 2015

Una multitud de fieles adoró y proclamó por las calles la presencia de Jesús en la Eucaristía

Con una verdadera y multitudinaria fiesta, el domingo 7 de junio, los fieles del Decanato Capital celebraron la Solemnidad de Corpus Christi, manifestación de fe que se replicó en todas las comunidades parroquiales del interior diocesano, en comunión con la Iglesia Universal.
La Solemnidad de este año se desarrolló bajo el lema “Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos” y marca la preparación para vivir el Congreso Eucarístico Nacional, que se llevará a cabo en junio del próximo año en Tucumán. Asimismo, tiene la tónica especial del Año Diocesano de los Laicos, opción pastoral de este 2015 dentro de la Misión Diocesana Permanente, que transita la Iglesia en Catamarca, y el Año Universal de la Vida Consagrada.
A las 10.00, una gran cantidad de miembros de instituciones, movimientos y pastorales, religiosas, delegaciones de instituciones educativas con sus abanderados y escoltas, y fieles en general se dieron cita en el Paseo General Navarro, más conocido como La
Alameda o Plaza de la Coronación, para participar de la Santa Misa, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por sacerdotes de Capital. La fiesta culminó en la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, punto de llegada de la Solemne Procesión con el Cuerpo de Cristo presente en la Sagrada Eucaristía.
En el inicio de la celebración eucarística, el Secretario Canciller, Pbro. Juan Néstor Olmos, leyó el decreto de designación de los Ministros Extraordinarios de la Comunión.
Luego de la proclamación de los textos bíblicos, durante su homilía, Mons. Urbanc destacó que la intención de esta solemne fiesta “es reavivar la fe en la presencia sacramental de Jesús en la Eucaristía. Él se ofrece como alimento espiritual para que podamos asumir, con energía y entusiasmo, los desafíos que nos trae la vida”.
Reflexionando a la luz de la Palabra de Dios proclamada precedentemente, afirmó que “para los seres humanos  del siglo XXI, familiarizados con la tecnología digital, no es fácil comprender este lenguaje que habla de sangre; estos símbolos nos son extraños. En
nuestra época, las alianzas, pactos o tratados se formalizan mediante la firma de documentos  delante de testigos y ante las cámaras de TV. En la tradición judía, la formalización de esta alianza o pacto entre Dios y el pueblo se hizo mediante el sacrificio de animales. Y cada año, durante la Pascua,  los judíos se sentaban a la mesa para comer un cordero en memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto. Cristo reemplazó la sangre de los animales sacrificados con la suya, él es el  Cordero pascual por excelencia, y con su sangre confirma la alianza definitiva entre Dios y la humanidad. La sangre de Cristo es como una firma con tinta indeleble que garantiza que nada ni nadie podrán romper esta alianza nueva y definitiva; la sangre de Cristo avala la solidez de este pacto de amor”.

Revisar el sentido de la Misa
En otra parte de su predicación, el Pastor Diocesano dijo que “esta fiesta del Cuerpo  y Sangre de Cristo es una magnífica oportunidad para revisar el  sentido que le damos a la
misa dominical. Para la mayoría de los católicos, la Santa Misa es una pesada obligación que ha corroído la rutina. De allí que necesitamos darnos tiempo para recuperar su sentido”. Al respecto afirmó que “cuando participamos en la Misa, hacemos presente el Sacrificio de la Cruz, supremo gesto de amor de Cristo hacia nosotros. Por tanto, seamos agradecidos con Él que no dudó en sacrificar la propia vida para que nosotros la tuviéramos en abundancia. Cuando participamos en la Misa, somos los invitados de honor a la Mesa del Señor. Allí escuchamos su Palabra y nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre que satisface las necesidades más profundas de nuestro espíritu. Agradezcamos y disfrutemos al máximo esta invitación tan especial. Cuando participamos en la Misa construimos comunidad. Nuestra relación con Dios no puede ser una experiencia individualista. Nuestra fe es comunitaria: juntos oramos, juntos expresamos nuestras peticiones, juntos luchamos por la equidad y la justicia. Y esta comunidad se construye alrededor de la Mesa Eucarística”.


Congreso Eucarístico, Año de los Laicos y
de la Vida Consagrada y año eleccionario
Asimismo, Mons. Urbanc enfatizó que “nuestro encuentro eucarístico público está marcado con unos matices muy concretos, a saber:
* Es nuestra preparación mediata al Congreso Eucarístico Nacional, que se llevará a cabo en Junio del año próximo en Tucumán, en el marco de los 200 años de la independencia de nuestra Patria, que allí se firmó de modo consciente, federativo e irreversible.
* Nos encontramos en un año eleccionario que exige a cada ciudadano mucha responsabilidad y generosidad para con la Patria, que a pesar de sus primorosos 200 años, aún transita en medio de inequidades, mezquindades, disvalores, enfrentamientos, falta de identidad, atropellos a la vida y a la dignidad del hombre y la mujer, desde el instante de su concepción, pasando por las distintas etapas de la vida, hasta su partida de este mundo… Cuántas otras carencias y falencias podríamos enumerar, que sólo podrán ser encaradas y saneadas si nos volvemos con confianza y fidelidad al ‘Autor y Consumador de nuestra Fe, Jesucristo’, presente en el Sacramento de la Eucaristía hasta el fin del mundo.
* Es el Año dedicado a los Laicos en nuestra Diócesis. Precisamente para ustedes, queridos fieles laicos, el Señor Jesucristo decidió quedarse en las especies eucarísticas para alimentarlos y fortalecerlos en su peregrinar hacia la morada eterna, no como fugitivos de este mundo, sino amándolo, cuidándolo y transformándolo en plena comunión con los ejemplos y enseñanzas que el Divino Maestro les dejara en los santos evangelios y en la tradición viva de la Iglesia, custodiados, interpretados y enseñados por el Magisterio de los Pastores.

* Estamos transitando el Año de la Vida Consagrada, verdadero tesoro de nuestra Iglesia católica. Cada consagrado o consagrada encuentra en la Eucaristía la razón de ser de su entrega total a Jesucristo y, por Él y con Él, al servicio de los seres humanos, en especial, a los más necesitados de amor. Las variadas formas de consagración enriquecen la misión evangelizadora de la Iglesia, por eso no nos cansemos de rogar al Señor, realmente presente en la Eucaristía, que suscite en el corazón de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos el deseo de entregar toda su vida al servicio de Dios y del prójimo”.


Finalizada la celebración eucarística, la multitud de fieles congregada en torno a la mesa eucarística se encaminó desde el Paseo General por calle San Martín hasta la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, adorando y expresando públicamente con alegres canciones y oraciones, la fe en Jesucristo, verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía.
Frente al Paseo de la Fe, los participantes de esta manifestación de fe entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino, interpretadas por la Banda de Música de la Municipalidad de San Fernando del Valle de Catamarca, y luego recibieron la bendición con el Santísimo Sacramento.


TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos Hermanos:
                                       Nuevamente nos congregamos para adorar y proclamar públicamente nuestra fe en Jesucristo, verdaderamente presente en las especies eucarísticas de su Cuerpo y de su Sangre, Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
La fiesta del ‘Cuerpo y Sangre de Cristo’, conocida por su nombre en latín “Corpus Christi” fue instituida por el Papa Urbano IV para recordar un hecho extraordinario acaecido en 1263, en Orvieto (Italia). Un sacerdote, cuando celebraba la Misa, dudó de la presencia real de Cristo en la Eucaristía; mientras lo atormentaban las dudas, vio que salía sangre de la hostia consagrada, y el corporal quedó teñido con el color de la sangre. Esta pequeña pieza de tela se conserva en la catedral de Orvieto, la cual fue construida para venerar esta reliquia.
Por tanto, la intención de la Iglesia al proponer esta solemne fiesta es reavivar la fe en la presencia sacramental de Jesús en la Eucaristía. Él se ofrece como alimento espiritual para que podamos asumir, con energía y entusiasmo, los desafíos que nos trae la vida.
Las lecturas bíblicas que hemos escuchado dan particular importancia al tema de la sangre de la alianza; veamos qué dicen los textos:
*Según el libro del Éxodo, Moisés ordenó sacrificar vacas y después “tomó la sangre y roció al pueblo diciendo: esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes” (Ex 24,8).
*La Carta a los Hebreos (9,11-15) afirma que Cristo ha venido como Sumo Sacerdote, el cual no empleó sangre de machos cabríos ni de becerros sino la suya, que  ofreció a Dios como sacrificio sin mancha para purificarnos.
*El evangelio narra las palabras de Jesús, que los sacerdotes  repetimos en el momento de la consagración del vino: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por muchos” (Mc 14,24).
Para los seres humanos  del siglo XXI, familiarizados con la tecnología digital, no es fácil comprender este lenguaje que habla de sangre; estos símbolos nos son extraños. En nuestra época, las alianzas, pactos o tratados se formalizan mediante la firma de documentos  delante de testigos y ante las cámaras de TV. En la tradición judía, la formalización de esta alianza o pacto entre Dios y el pueblo se hizo mediante el sacrificio de animales. Y cada año, durante la Pascua,  los judíos se sentaban a la mesa para comer un cordero en memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto. Cristo, mediante su muerte en la cruz, nos libró del pecado y de la muerte, y nos ha convertido en hijos  y herederos del Padre. Cristo reemplazó la sangre de los animales sacrificados con la suya, él es el  cordero pascual por excelencia, y con su sangre confirma la alianza definitiva entre Dios y la humanidad. La sangre de Cristo es como una firma con tinta indeleble que garantiza que nada ni nadie podrán romper esta alianza nueva y definitiva; la sangre de Cristo avala la solidez de este pacto de amor.
Esta fiesta del Cuerpo  y Sangre de Cristo es una magnífica oportunidad para revisar el  sentido que le damos a la misa dominical:
Para la mayoría de los católicos, la Santa Misa es una pesada obligación que ha corroído la rutina. De allí que necesitamos, de tanto en tanto, darnos tiempo para recuperar su sentido.
*Cuando participamos en la Misa, hacemos presente el Sacrificio de la Cruz, supremo gesto de amor de Cristo hacia nosotros. Por tanto, seamos agradecidos con Él que no dudó en sacrificar la propia vida para que nosotros la tuviéramos en abundancia.
*Cuando participamos en la Misa, somos los invitados de honor a la Mesa del Señor. Allí escuchamos su Palabra y nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre que satisface las necesidades más profundas de nuestro espíritu. Agradezcamos y disfrutemos al máximo esta invitación tan especial.
*Cuando participamos en la Misa construimos comunidad. Nuestra relación con Dios no puede ser una experiencia individualista. Nuestra fe es comunitaria: juntos oramos, juntos expresamos nuestras peticiones, juntos luchamos por la equidad y la justicia. Y esta comunidad se construye alrededor de la Mesa Eucarística.
Ahora bien, queridos hermanos, nuestro encuentro eucarístico público está marcado con unos matices muy concretos, a saber:
+Es nuestra preparación mediata al Congreso eucarístico nacional que se llevará a cabo en Junio del año próximo en Tucumán, en el marco de los 200 años de la independencia de nuestra Patria, que allí se firmó de modo consciente, federativo e irreversible.
+Nos encontramos en un año eleccionario que exige a cada ciudadano mucha responsabilidad y generosidad para con la Patria, que a pesar de sus primorosos 200 años, aún transita en medio de inequidades, mezquindades, disvalores, enfrentamientos, falta de identidad, atropellos a la vida y a la dignidad del hombre y la mujer, desde el instante de su concepción, pasando por las distintas etapas de la vida, hasta su partida de este mundo… Cuántas otras carencias y falencias podríamos enumerar, que sólo podrán ser encaradas y saneadas si nos volvemos con confianza y fidelidad al “Autor y Consumador de nuestra Fe, Jesucristo” (Heb 12,2), presente en el Sacramento de la Eucaristía hasta el fin del mundo.
+Es el Año dedicado a los Laicos en nuestra Diócesis. Precisamente para ustedes, queridos fieles laicos, el Señor Jesucristo decidió quedarse en las especies eucarísticas para alimentarlos y fortalecerlos en su peregrinar hacia la morada eterna, no como fugitivos de este mundo, sino amándolo, cuidándolo y transformándolo en plena comunión con los ejemplos y enseñanzas que el Divino Maestro les dejara en los santos evangelios y en la tradición viva de la Iglesia, custodiados, interpretados y enseñados por el Magisterio de los Pastores.
+Estamos transitando el Año de la Vida Consagrada, verdadero tesoro de nuestra Iglesia católica. Cada consagrado o consagrada encuentra en la Eucaristía la razón de ser de su entrega total a Jesucristo y, por Él y con Él, al servicio de los seres humanos, en especial, a los más necesitados de amor. Las variadas formas de consagración enriquecen la misión evangelizadora de la Iglesia, por eso no nos cansemos de rogar al Señor, realmente presente en la Eucaristía, que suscite en el corazón de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos el deseo de entregar toda su vida al servicio de Dios y del prójimo.

Por último, amados hermanos, no tengamos vergüenza de reconocer y proclamar públicamente que creemos que Jesús está vivo en medio de los hombres, que camina con nosotros, que sigue sufriendo la pasión en cada persona que es postergada, agraviada, explotada, torturada o matada; pero que no se cansa de perdonar y brindar su corazón misericordioso a quien lo busca de todo corazón, sobre todo, en la Eucaristía, donde siempre está.

Con este propósito los invito a que participemos de la procesión, luego de haberlo recibido en la Comunión Eucarística.   ¡¡¡Así sea!!!