Camino a la Beatificación

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03 mayo 2014

Ante el Dolor, la Soledad o la Enfermedad

  
Había un hombre enfermo,
sus hermanos elevaban al cielo los ojos en oración,
llegaban los ruegos al Rey de los cielos
y Él los escuchaba con atención.

Esperó el momento oportuno,
sabía este Rey cuándo era el tiempo
para que vieran su Gloria,
Gloria de Cruz y Pasión.

Fue el Amor de su realeza Divina
una fuerza que vence a la muerte
que borra el pecado
y apaga todo dolor,

Fue el momento que ya nadie esperaba
cuando se hace el silencio, la ausencia,
y el espacio se tiñe de luto…
Entonces el Rey conmovido,  lloró.

Desgarró las paredes su voz poderosa,
levantó los huesos y les dio calor,
se movieron las almas con curioso asombro
y todos clamaron: ¡Resurrección!


Estimado Lector:
                                 Comparto esta hermosa poesía que llegó a mis manos para que le  ayude en circunstancias de agobio, angustia, dolor, enfermedad, muerte, etc. Todo un programa de vida, que nos involucra también a nosotros en cuanto podamos ayudar a los demás quitando la piedra de sus sepulcros y desatándolos para que caminen.
Ciertamente que quien tiene el poder de hacer salir de la tumba es sólo Jesucristo, pero Él quiere contar con nuestra colaboración ya que frecuentemente, las personas que se encuentran en esta situación no están en disposición de hacer nada, ni siquiera de orar. Son como Lázaro en la tumba. Es necesario que otros hagan por ellos. En los labios de Jesús ya encontramos este mandamiento dirigido a sus discípulos: "Curen enfermos, resuciten muertos" (Mt 10,8). Jesús se refería a los muertos de corazón, a los muertos espirituales. El mandamiento de resucitar a los muertos está dirigido a todos los discípulos de Cristo… Le doy una receta para resucitar un muerto esta misma tarde o en los próximos días. ¿Tiene en casa o en el asilo a un padre anciano? Quizás su corazón esté muerto por el silencio de sus hijos. Hágale una llamada telefónica de las cariñosas; si puede, prométale que mañana irá a verlo. Probablemente ya ha resucitado a un muerto. Su marido, desmoralizado, ha salido de casa después de una enésima trifulca: llámele por teléfono, hágale renacer la confianza en el corazón. Posiblemente estará resucitando a un muerto. Lo mismo haga con su esposa, si está casado. O con su vecino o vecina, o con su hijo o hija, o con su compañero o compañera de trabajo, etc.
Que tenga un buen día, habiendo experimentado la presencia de Jesús en su vida.

Mons. Luis Urbanc

8° Obispo de Catamarca