Camino a la Beatificación

siguenos en facebook Canal de youtube siguenos en facebook

03 abril 2013

Misa de Gloria en la Catedral Basílica

Mons. Urbanc: “Démonos el valor de echar por tierra cuanto 
nos impide ser ágiles y eficaces testigos de Cristo Resucitado”

En la noche del Sábado Santo se celebró Misa de Vigilia Pascual, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, en la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle.
En su homilía expresó:

Queridos hermanos:
                            En el Apocalipsis, Jesús dice que Él está a la puerta y llama (Ap 3,20). A veces, no llama para entrar, sino que llama desde dentro para salir. Salir hacia las "periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia, de la indiferencia religiosa y de cada forma de miseria". Sucede como con algunos edificios antiguos. A través de los años, y para adaptarse a las exigencias del momento, se los ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos. Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las exigencias actuales, es más, éstas son un obstáculo, y entonces se hace necesario tener el valor de derribarlas y devolver el edificio a la simplicidad y linealidad original. Démonos el valor de echar por tierra cuanto nos impide ser ágiles y eficaces testigos de Cristo Resucitado.

En esta luminosa noche, en la que Cristo no sale por donde ha entrado a la tumba, sino por la pared del fondo, es decir, habiendo atravesado y destruido el poder de la muerte, sale victorioso para siempre. No vuelve a la vida perentoria de los crucificados, como cuando devolvió a la vida a su amigo Lázaro, sino que, habiendo aniquilado definitivamente el poder de la muerte, inyecta en el mundo su Vida que no conoce ni principio ni fin. Esta es la verdad que celebramos los cristianos de todo el mundo en esta santísima noche. Me valdré de un ejemplo para describir el alcance de la obra de Cristo. Supongamos que nosotros viviéramos de las aguas del Titicaca que está muy lejos de aquí, en el altiplano boliviano. Y que alguien envenenara el lago; nosotros padeceríamos las secuelas de muerte al cabo de unos meses. Para revertir la cuestión alguien debería sanear el agua en su origen, sin embargo, los efectos no serían inmediatos, sino que tendríamos que esperar varios meses hasta que el agua que ya salió envenenada termine su trayecto. No obstante, nosotros ya tenemos esperanza cierta de retomar la normalidad, mientras nos cuidemos de no beber de las aguas que aún llegan contaminadas… Esto es lo que hizo Jesucristo con su muerte y resurrección: saneó de raíz la vida de los hombres, más aún, nos entroncó en la misma vida divina; sin embargo, todo ese caudal de muerte sigue arribando hasta que se agote y nosotros hemos de distinguirlo para no ser presa de sus mortales efectos. Esta es nuestra tarea: advertir a quienes no saben, cuál es la situación en la que nos encontramos. Es lo que decía lacónicamente el teólogo Schilibeck: ‘ya, pero todavía no’. Si la muerte ha sido herida de muerte, un día expirará.

Por tanto, cabe que nos interroguemos si los años de vida que llevamos no fueron acaso una tumba para Jesús, no dejándolo salir para llevar vida, amor, luz, verdad y libertad a tantos hermanos que viven en la marginalidad y la exclusión. Hoy, a la luz de este cirio, debemos dilucidar ¿quiénes somos, cómo y para qué queremos vivir y a dónde queremos llegar?

¡Aleluya, aleluya, Cristo nuestra Vida y nuestra Alegría ha Resucitado, Aleluya, Aleluya!