Camino a la Beatificación

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11 abril 2013

Homenaje del mundo de la Cultura y del ámbito legislativo


Mons. Urbanc: “Dios no impone, sólo propone, nosotros tenemos la libertad para elegir”

En la noche del miércoles 10 de abril, rindieron su homenaje los ámbitos Legislativo y de la Cultura gubernamental y no gubernamental, asociaciones e instituciones Culturales, Junta de Estudios Históricos, Salac, SADE, Damas Belgranianas, Instituto Sanmartiniano, Instituto de Cultura Hispánica, asociaciones Pro Patria y Damas Catamarqueñas, Club Social 25 de Agosto, Rotary Club.
En la oportunidad, participó el Vicegobernador de Catamarca, Dr. Dalmacio Mera Figueroa, el Presidente de la Cámara de Diputados, Dn. Néstor Tomassi, además de autoridades y representantes de las instituciones mencionadas.
Un marco colorido brindaron los jóvenes de ballets folclóricos, ataviados según la usanza tradicional, y niños de coros municipales.
Proclamaron las lecturas representantes de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), filial Catamarca, y del Instituto de Cultura Hispánica.
Las ofrendas materiales fueron encabezadas por los niños del Coro Municipal, seguidos por innumerables fieles representantes de los diversos sectores alumbrantes. Finalmente los dones eucarísticos fueron acercados al altar por el Vicegobernador Dalmacio Mera Figueroa, el Presidente de la Cámara de Diputados, Néstor Tomassi, y el director de Cultura municipal, Lic. Ariel Aredes.
Durante su predicación, Mons. Urbanc dijo que “Jesús nos enseña que el amor verdadero no tiene límites ni condiciones. Si hemos de amar, ya sabemos cómo hemos de hacerlo. ¿Y quién nos ha revelado todo esto? El mismo Cristo, Hijo único de Dios. Él ha dado testimonio de todo esto que decimos y lo ha hecho obedeciendo la Voluntad del Padre, como nos lo dice a lo largo de todos los Evangelios. Porque por eso y para eso vino al mundo. Para darnos a conocer que tenemos un Padre, que es nada menos que Dios y que nos ama, como sólo Dios puede amar, hasta el extremo”.

En otro tramo manifestó: “Dios no quiere que perezcamos, sino que tengamos vida plena. Esta es la Voluntad de Dios. Pero no nos la impone, sino tan sólo propone, haciendo todos los esfuerzos y sin escatimar sacrificio alguno para que elijamos el camino correcto. Entonces, no esperemos a ver calamidades para ponernos en vereda. Decidamos ahora y a partir de este momento obrar conforme lo indica la Luz, es decir con apego al Amor. Siguiendo las enseñanzas y el ejemplo de Cristo. Esta debe ser una reflexión central en nuestras vidas y como en el caso de Nicodemo, debe representar un gran cambio, un nacer de nuevo. Hay que nacer de Dios. Tenemos que nacer del Espíritu, de lo alto”.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
En esta jornada nos propusimos considerar que la fe nos introduce en la vida eterna. Ciertamente es así puesto que la fe es la gracia propia del bautismo. Al ser bautizados fuimos asociados estrechamente a la muerte y resurrección de Jesucristo, como también introducidos en la intimidad de Dios, empezamos a ser familia de la Trinidad Santísima en calidad de hijos.
En la Carta a los Gálatas se nos enseña que ‘en Cristo Jesús lo que cuenta es la fe que obra por el amor (Gál 5,6). Y la eternidad no es otra cosa que la vivencia en el amor infinito de Dios, Uno y Trino.
En esta perspectiva se enmarca el diálogo de Jesús con Nicodemo. A él y a nosotros nos da la clave de la razón de ser de nuestra existencia: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Este es el centro de la Historia, la esencia, la columna vertebral. El Amor de Dios es Gracia, no es el resultado de merecimiento alguno. Así que no hay nada de qué vanagloriarse. No andemos buscando los motivos del amor de Dios hacia nosotros, ni vanidosamente pretendamos que es por esto o aquellos que hemos hecho. Él ya nos amaba aun antes que fuéramos concebidos. Antes que nuestros padres nos proyectaran, Él ya nos amaba. ¿No es ésta la mejor noticia que podrían darnos? ¿Y por qué no nos proponemos a propagarla a partir de hoy? Todo el mundo debe saberla; todo el mundo debe gozarla. Todos deben sentir el mismo consuelo, paz y esperanza que tú. ¿No te parece esto justo, loable, bueno, generoso, positivo? ¿Entonces, por qué te lo guardas para ti? ¿Crees que puede haber algo más importante para cualquier ser humano, que esta noticia? ¡Esta es la buena noticia que debemos compartir!
Jesús nos enseña que el amor verdadero no tiene límites ni condiciones. Si hemos de amar, ya sabemos cómo hemos de hacerlo. ¿Y quién nos ha revelado todo esto? El mismo Cristo, Hijo único de Dios. Él ha dado testimonio de todo esto que decimos y lo ha hecho obedeciendo la Voluntad del Padre, como nos lo dice a lo largo de todos los Evangelios. Porque por eso y para eso vino al mundo. Para darnos a conocer que tenemos un Padre, que es nada menos que Dios y que nos ama, como sólo Dios puede amar, hasta el extremo.
Dios no quiere que perezcamos, sino que tengamos vida plena. Esta es la Voluntad de Dios. Pero no nos la impone, sino tan sólo propone, haciendo todos los esfuerzos y sin escatimar sacrificio alguno para que elijamos el camino correcto.
Entonces, no esperemos a ver calamidades para ponernos en vereda. Decidamos ahora y a partir de este momento obrar conforme lo indica la Luz, es decir con apego al Amor. Siguiendo las enseñanzas y el ejemplo de Cristo. Esta debe ser una reflexión central en nuestras vidas y como en el caso de Nicodemo, debe representar un gran cambio, un nacer de nuevo. Hay que nacer de Dios. Tenemos que nacer del Espíritu, de lo alto.
Que no nos pase que “habiendo venido la luz al mundo, prefiramos las tinieblas a la luz, obrando mal. Ya que todo el que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien según la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios" (Jn 3,19-21).
Un caso concreto de obrar sin luz lo escuchamos en la primera lectura: “el sumo sacerdote y los de su partido, que eran los saduceos, llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron aprehender y los metieron en la cárcel” (Hch 5,17). Quien no tiene a Dios, que es Amor, en su corazón, está poseído por el egoísmo, la envidia y el odio.
En la medida que permitamos que la Luz del Resucitado entre en nuestro corazón tendremos el valor, la generosidad y la perseverancia en el buen obrar. Daremos testimonio de la presencia del Amor de Dios en el mundo con toda audacia y convicción, sin tener miedo a quienes nos puedan contrariar o perjudicar, a ejemplo de los apóstoles que siempre hacían la voluntad de Dios, pudiendo decir a aquellos que los maltrataban y prohibían hablar en nombre de Jesús: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). No me cabe la menor duda que los apóstoles en esas circunstancias evocarían las palabras del salmista: “Confía en el Señor y saltarás de gozo, jamás te sentirás decepcionado, porque este pobre invocó al Señor y Él lo escucho y lo libró de todas sus angustias” (Sal 33,7).
A propósito del tema que nos ocupa es muy oportuna la recomendación de san Pablo a Timoteo: “Tú, en cambio, hombre de Dios corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos (1 Tim 6,11-12).
Le pidamos a nuestra querida Madre del Valle que nos asista en esta dura batalla contra las tinieblas que quieren sofocar la luz que hay en nuestros corazones, diciendo: “Madre del Valle te suplicamos con un corazón contrito y humillado que no permitas que se extinga la hermosa luz de nuestra fe. Acuérdate de tus antiguas misericordias y mira compasiva a tus hijos. Nos afligen las enfermedades, nos consumen los disgustos, nos afectan los infortunios, pero que no nos falte la fe; porque ricos con este don precioso, soportaremos con gusto todo dolor y nada podrá alterar nuestra felicidad. Por el contrario, sin la gracia de la fe, nuestra desventura no tendría límites.
A Jesús, autor y consumador de nuestra fe, ruégale que nos conserve dentro de la nave de Pedro, fieles a su sucesor, para que se construya la unidad de la Iglesia, se promueva su santidad y se dilate en bien de todos los pueblos. Concédenos la paz, la alegría, la concordia y la unidad”. Amén.