Camino a la Beatificación

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20 agosto 2010

Cardenal Errázuriz Ossa: “La Iglesia particular de Catamarca es vivificada por el Espíritu”


En la tarde del viernes 20, luego de visitar la Ermita de la Virgen en Valle Viejo, y la Casa Natal de Fray Mamerto Esquiú, en el departamento homónimo, el Legado Pontificio, Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, presidió la celebración eucarística, que fue concelebrada por los Obispos Titular y Emérito de Catamarca, Mons. Luis Urbanč, y Mons. Elmer Miani, respectivamente; el Arzobispo de Salta, Mons. Mario Cargnello; los Obispos de la Prelatura de Cafayate, Mons. Mariano Moreno; de Jujuy, Mons. Marcelino Palentini; de la Prelatura de Humahuaca, Mons. Pedro María Olmedo Rivero; de Orán, Mons. Marcelo Daniel Colombo; y de La Rioja, Mons. Roberto Rodríguez. Además, de numerosos sacerdotes. La Santa Misa se ofició en el Altar Mayor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, cuyas naves se vieron colmadas por una gran cantidad de personas, entre ellas muchos peregrinos provenientes de distintos puntos del dilatado territorio diocesano.

Extractos de la homilía
En el inicio de su predicación, el Cardenal expresó: “Conmovidos por las palabras de Jesucristo sobre el mandamiento más grande de la ley, le pedimos a Nuestra Señora del Valle que Ella abra nuestra inteligencia y nuestros corazones para que escuchemos las palabras de vida eterna de su querido Hijo, dispuestos a comprenderlas y a cumplirlas, como ella siempre lo hizo como su Madre y su Discípula primera. Nuestro deseo es compartir en esta Eucaristía y en las celebraciones del Centenario de la Diócesis la bienaventuranza que Nuestro Maestro y Señor le dedicó a ella y a quienes acogen su espiritualidad: ‘Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la practican’”.
Al referirse a María, dijo: “Resulta imposible imaginar la pregunta ¿quién es mi prójimo? en los labios de la Virgen del Valle. Al cantar la salve con ese gran santo mariano, San Bernardo, cuya fiesta se celebra en este día, la invocamos como nuestra Señora del Valle de lágrimas, y por eso, como nuestra Señora de la Misericordia y la Esperanza. Sabiendo que Dios hace salir el sol, y también caer la lluvia sobre buenos y malos, y que su Hijo nos propuso que perdonáramos y amáramos aún a los que nos odian, Ella siempre quiere ser Madre y Reina de todos. Ella se acerca con preocupación y ternura aún a los más lejanos, a todos los pecadores, porque no tienen vino, como los esposos de Caná de Galilea. Necesitan oír la voz de la Inmaculada, que implora para ellos la benevolencia y los dones de su Hijo, y les propone que también ellos ‘hagan lo que El les diga’”.
“Pero no es ésta toda la novedad del mensaje de Jesús. Enseñó algo totalmente nuevo. Después de afirmar que el amor a Dios es el mayor y el primero de los mandamientos, añadió que el segundo, el amor al prójimo sin discriminar a nadie, ‘es semejante a éste’.
La razón sin la luz de la fe, podría pensar lo contrario como si el amor a Dios y el amor al prójimo pertenecieran a dos ámbitos diferentes y muy distantes entre sí. En efecto, ¿cómo asemejar el amor a Dios, al Creador y Señor del cielo y de la tierra, a Aquél que es siempre bueno, sin mancha alguna de maldad, con el amor a la creatura, al prójimo, que es limitado, imperfecto, autor de las cosas buenas y malas?”.
Cultura de la vida y cultura de la muerte
“En realidad, en muchos lugares del mundo la cultura de la vida, la fidelidad, la familia y la paz, está siendo reemplazada por la contracultura de la muerte, la corrupción, la ruptura de relaciones y la violencia. Muchos pueblos podrían llegar a decir, como en la lectura del profeta Ezequiel que hemos escuchado: ‘Se han secado nuestros huesos y se ha desvanecido nuestra esperanza. Estamos perdidos’.
Por eso, acogemos con confianza la promesa que hizo el Señor, que ya cumplió el día de Pentecostés, y que sigue renovando a lo largo de la historia de la Iglesia: ‘Yo pondré mi espíritu en ustedes y vivirán’”.

Misión de la Iglesia de Catamarca
“Qué grande es la misión de esta Iglesia particular de Catamarca, que es vivificada por el Espíritu, y quiere ser una Iglesia que venera a la Santísima Virgen como su madre y modelo, que se ha propuesto vivir en comunión con el Santo Padre y con su obispo, acogiendo todos los carismas que Dios le regala, y que está dispuesta a hacer de cada parroquia y de cada comunidad una casa y una escuela de discípulos misioneros del Señor, para que el pueblo catamarqueño y de las diócesis que peregrinan al Santuario tengan vida, y la tengan en abundancia.
De cuántas bendiciones serán mensajeros y portadores sus hijso y sus hijas, porque quieren hacer muy fecunda la gracia de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, y amar al pr{ojito como Cristo nos ama. Amén”, concluyó el Legado Papal.