Camino a la Beatificación

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20 julio 2009

Mons. Urbanč: “Que este dolor de despedirlas sirva para que el Señor suscite muchas y santas vocaciones"

El viernes 17 de julio, la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle fue colmada por una numerosa cantidad de fieles, que se dieron cita para participar de la celebración eucarística, prevista dentro de los actos programados para despedir de la diócesis catamarqueña a las Hermanas de la Caridad de la Virgen Niña. La misma fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el Vicario General, Pbro. Julio Quiroga del Pino, el Vicario Episcopal para la Educación, Pbro. Víctor Hugo Vizcarra, demás sacerdotes del clero diocesano y regular, quienes junto con seminaritas, ex seminaritas, miembros de la comunidad educativa del Colegio Virgen Niña, vecinos y amigos, se unieron en una sola plegaria para agradecer a las religiosas todo el amor y la dedicación que brindaron a los hijos de esta tierra durante casi 8 décadas.
Llegaron un día de 1930, y desde entonces su obra impregnó los rincones de Catamarca, especialmente en la ciudad capital y departamentos del Valle Central como también del Oeste diocesano.
Su acción evangelizadora fue especialmente sensible con aquellos hermanos más pobres, a quienes brindaron sus mejores atenciones y ayudaron a superarse a través de la educación integral. No sólo hablaron y dieron testimonio de Dios, sino que ofrecieron las herramientas para que cada persona se desarrolle dignamente.

Gran admiración y tristeza
Durante su homilía, el Obispo Diocesano describió el sentimiento que embargó a los presentes: “Esta es una de las jornadas en que sentimos, por un lado, gran admiración y, por otro lado, tristeza, dos sentimientos encontrados que llegan al corazón, porque tenemos que agradecerles a las Hermanas de la Caridad de la Virgen Niña el hermoso servicio que han prestado en esta diócesis desde el año 1930. Un servicio impecable, cualificado, que evidentemente, sólo el Señor recompensará como El lo sabe hacer, a las que ya dejaron este mundo y a las que todavía caminan con nosotros”, dijo. Y agregó: “Vamos a pedir al Señor de un modo particular en esta Eucaristía, que este dolor de tener que despedirlas sirva también para que el Señor suscite, en esta congregación y en tantas otras, muchas y santas vocaciones”.
Asimismo, Mons. Urbanč afirmó que “estamos asistiendo hoy a una decisión, que han tomado las Hermanas dentro del reordenamiento de sus distintas obras, de tener que dejar esta obra que han empezado aquí, en el año 1930. Así como por el designio de Dios han venido a esta Iglesia particular, también después de un largo discernimiento se llega a la conclusión de que es el momento de tener que ir a apuntalar otras casas dejando ésta”.

Tres grandes presencias
“Sabemos que Dios, a todos aquellos que conoció de antemano, también los predestinó, es decir nos da una misión, una tarea, para que nosotros reproduzcamos la Imagen de su Hijo Unico. Y eso es lo que han hecho las Hermanas a lo largo de estas décadas, reproducir la Imagen de Cristo, a través de su vida consagrada en esta Iglesia particular. Lo han hecho en Tinogasta, en el Seminario Menor, y últimamente en el Colegio de la Virgen Niña. Tres grandes acciones, tres grandes presencias de esta congregación, donde cada una de estas hermanas, viviendo en comunidad, dando ejemplo de alegría de su consagración, han reproducido la Imagen del Hijo Eterno de Dios”, apuntó el Pastor Diocesano.
“Y hemos tenido estas perlas, acá entre nosotros, como son las Hermanas de la Virgen Niña, que han querido mostrar con el mayor brillo esta predestinación a reproducir la imagen del Hijo Eterno de Dios”, manifestó.

No nos quedemos en una fe aniñada
Tras hacer referencia al llamado de Dios a María, y su respuesta para ser la Madre su Hijo, Mons. Urbanč exhortó a que “no nos quedemos con lo pintoresco, con lo folclórico que nos puede parecer la Virgen Niña. No tengamos una fe aniñada. María creció, fue una mujer responsable, comprometida con el proyecto de Dios. No se quedó niñita. Que no nos quedemos en una fe aniñada, que no ha superado la etapa de la primera comunión. Eso no nos sirve cuando somos adultos, porque corremos el peligro de quedarnos estancados. Mirémosla a la Virgen tan madura y tan fuerte como la tenemos en las imágenes del calvario, al pie de la cruz, asumiendo la gran tarea de ser nuestra Madre hasta el final de los tiempos”.

Muchísimas gracias
Por último, el Obispo expresó la acción de gracias: “Mis queridas hermanas, muchísimas gracias por lo que han hecho por esta Iglesia. Que el Señor las colme de bendiciones, las fortalezca, les conceda siempre la alegría del servicio, y que la Virgen María les haga descubrir que Dios siempre está con nosotros, que no nos abandona. Pueden venir dificultades, pero Ella siempre está con nosotros porque es nuestra Madre. No me cabe la menor duda que la Virgen María las va a acompañar en el camino de la vida, siempre mostrándoles el ejemplo de su vida y, sobre todo, nunca haciéndoles faltar su poderosa intercesión ante su Hijo Jesús”.